Estoy practicando meditación de la tradición Dzogchen y cada vez me enamoro más de la práctica. En el Dzogchen, todo lo que ocurre en tu mente es perfecto hasta las emociones negativas. Por ejemplo, si tengo cólera muy fuerte podría ser dañino si causo daño a los demás o a mí misma, pero si uso esa energía para observar el flujo de la conciencia. Tomo distancia de mi cólera y me doy cuenta que yo no soy ella y más bien se vuelve mi material de trabajo para el despertar.
Todos los fenómenos son vacíos, lo mismo pasa con las emociones. Por eso, la meditación es camino hacia la libertad y nos acompaña en la vida cotidiana.
Tengo un yo con una historia personal, un relato, afecciones, etc, pero a la vez vive en mí un océano ilimitado puro y con todas las potencialidades. Cuando conocí este enfoque, mi visión de las cosas cambiaron, fue como un salto de conciencia repentino.
Lo entendía teóricamente desde hace años, pero me resultaba difícil aplicarlo en la vida cotidiana. Ahora veo las cosas con más claridad y eso me da más libertad en mis elecciones.